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martes, 16 de abril de 2013

Drogaydiccion


"Sexo, drogas y rock and roll”, así reza un popular dicho que más de uno ha puesto en práctica. Como en todo, los gustos por la diversión han cambiado durante décadas, al igual que los medios para incrementar o modificar el placer sexual. Los anteriores son dos elementos que para ciertas personas resultan inseparables.

Hace no mucho era el alcohol; ahora son las drogas (sintéticas), que utilizadas por algunos como método “infalible” para alterar el deseo y las practicas sexuales, se han puesto de moda al interior del círculo gay que pretende pasar una noche placentera en el mejor antro de la ciudad, o en una fiesta organizada por los amigos que derivará en un encuentro sexual.

La creencia de que las drogas incrementan el placer sexual, se ha hecho por demás popular al interior del colectivo, tanto que cada vez son más los adeptos a sustancias químicas que alteran el estado anímico, y conducen a un inolvidable “viaje” que posiblemente convierta en adicto al consumidor. 

Importante: además de ser un vínculo entre sentimientos y sensaciones con otra persona, la sexualidad es fuente indiscutible de placer, apuntan los especialistas, sin embargo, cualquier cosa que interfiera en ello modifica y hasta inhibe, por contradictorio que sea para algunos, dicho proceso.

LSD, mescalina, cannabis o marihuana, fenciclidina; morfina, heroína, codeína; sedantes e hipnóticos o ansiolíticos, son sólo algunas de las drogas que figuran en la lista de las más utilizadas, aunque no precisamente con fines sexuales. 

Los poppers, así como la cocaína, inalada o frotada en ano y genitales, son las más populares en el mundo gay, en el “reventado”, en el que se es capaz de asumir riesgos con el propósito de “experimentar” nuevas sensaciones que den lugar al placer sexual.


Las drogas en el mundo gay:


Encontrar una respuesta del porqué algunos utilizan drogas como estimulantes sexuales, puede ser más fácil de lo que se piensa. López Calderón afirma que se debe al afán de experimentar nuevas sensaciones, y por tanto, de evadir la realidad y los problemas cotidianos. 

Asimismo, comenta, todo depende de la intención con que se consuman dichos estimulantes, ya que ciertas personas los usan sólo para relajarse, y otros tantos para hacer de sus prácticas sexuales algo más “placentero”.

La sexóloga Ana María Vallejo atribuye su uso a la represión sexual ejercida por la sociedad misma, pues ésta ve mal toda forma de expresión erótica, creando así una especie de miedo, e incluso, de aversión al sexo.

“Nuestra sociedad se caracteriza por reprimir la sexualidad y los derechos sexuales, sobre todo de los jóvenes, quienes al no tener otra escapatoria, buscan aventuras y riesgos con tal de ejercer lo que se les ha negado”, asegura.

La también sicóloga dejó en claro que las drogas no respetan edad, condición social ni mucho menos orientación sexual, por lo que estigmatizar el popper o la cocaína como “exclusivas” del colectivo gay, ha sido un error garrafal. 

Vallejo resaltó la importancia que las autoridades deben poner en el tema, pues mientras no se genere conciencia en los jóvenes sobre las consecuencias que dichas sustancias pueden generar, seguirán ocurriendo graves accidentes.

“En comparación con el primer mundo donde abunda información gubernamental sobre el consumo de popper, cocaína o éxtasis, en México prácticamente no existe. Si en instituciones de procuración de justicia no hay nada al respecto, mucho menos las sanitarias y las educativas”, aseveró.

Los especialistas coinciden en que el uso de dichas sustancias se popularizan cada vez más en México, a tal grado que el número de jóvenes gays que aceptan la propuesta de inhalarlos o frotarlos, va en aumento. Su consumo, concuerdan, mezclado con prácticas como fisting, bareback, o simplemente con alcohol, resultan peor en todos los casos.

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